La combinación entre el negro y el blanco es una tendencia que puede rastrearse en diferentes ámbitos de la decoración y el interiorismo. En este caso podemos apreciarla en un ejemplo concreto aplicado a la cocina. Sin embargo, el enfoque es diferente al habitual que solemos encontrar cuando se integran estos tonos en la cocina.
Mientras en la mayoría de los casos el protagonismo del blanco-negro lo tienen los muebles, los electrodomésticos o los complementos, en esta ocasión el punto visual central es ocupado por las paredes y los suelos. Junto a la combinación de ambos colores y su atractivo contrapunto, en este ejemplo el diseño a cuadros es el detalle diferenciador.
Pocas personas se atreverían a incluir dibujos a cuadros en los suelos y las paredes de la cocina, pero evidentemente las formas y las dimensiones son las que determinan el éxito de la propuesta. Aquí se ha apostado por tamaños y configuraciones diferentes, y el resultado es perfecto: mientras en los suelos se observa un diseño ajedrezado, en la pared se apuesta por piezas con un leve detalle en negro en el contorno de las baldosas, que mantienen el concepto geométrico pero desde otra perspectiva.
Por otra parte, como se trata de una cocina con dimensiones reducidas es clave integrar determinados elementos para que no se genere una sensación de agobio al incluir el blanco y el negro como alternativa dominante. Es así que detalles como los electrodomésticos de acero inoxidable o la encimera en madera colaboran para que el ambiente se vea más agradable y no parezca tan recargado.
Imagen: decoesfera.com
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